Hace tiempo que observo los carteles, afiches y folletos que pululan en nuestra ciudad y siempre me llama la atención, entre otras cosas, el mal uso que se hace de las comillas. Entiendo que se las emplea, erróneamente, para resaltar alguna palabra o frase. Sería obvio decir que no todos los que escriben —muy pocos, en realidad— están familiarizados con las reglas ortográficas del español. Sin ahondar demasiado, me propongo ilustrar de forma simple uno de los usos de las comillas: la ironía. Si todos supieran que al entrecomillar cierta palabra damos a entender lo contrario de lo que decimos, dejaríamos de ver este tipo de textos:
1) Alquilo departamento. "Impecable".
2) Cuido niños y ancianos. "Amplia experiencia".
3) Hay pescado "fresco".
Aquí, mis traducciones:
1) El departamento está hecho pelota.
2) No tiene ni la más mínima idea de cómo hacerlo.
3) Intoxicación segura.
En un congreso al que asistí, un profesor dijo: los que estudiamos la lengua tenemos que ser algo así como la Bella y la Bestia. Si bien tenemos la obligación de cuidar el español, sobre todo cuando trabajamos, no podemos andar por la vida corrigiendo a los parientes en reuniones familiares (aquí no empleo comillas porque no se trata de una cita textual, otro de los usos de este signo ortográfico). Pero en el caso de los ejemplos que menciono más arriba, creo que sería oportuna la corrección porque lo que está en juego es la eficacia del mensaje. De todas maneras, como casi nadie repara en que esas comillas están mal puestas y como quienes escriben esos carteles no tienen demasiada conciencia del lenguaje, no creo que les importe. Y con esto creía haber escrito todo lo que tenía para decir. No obstante, ayer, revisando el cuaderno de comunicaciones de una de mis hijas, me encuentro con una nota que informa sobre la próxima reunión de "padres". Mejor no interpretar.