Es de noche. La avenida Directorio está cortada. Policías,
gentío, autos que improvisan un camino distinto. No hay fuego ni humo. No hay
sirenas. No todos son cataclismos en esta ciudad. El lugar de los hechos está
envuelto en una nube de luz azul, y el azul jamás podría ser el color de una
tragedia. El azul es un oasis en el asfalto. Entonces miro y veo: estacionados
en diagonal, uno al lado de otro, irradiando un sueño de neón, hay colectivos
antiguos, simpáticos, de trompa redondeada y amigable.
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