Hace muchos años, en la casa de
una amiga, probé la mejor empanada de carne de mi vida. Desde entonces, esa es “la”
empanada, la reina de todas las empanadas. Y obviamente, nunca pude hacer una
igual. Intento reconstruirla cada vez: más cebolla, menos cebolla, con verdeo,
sin verdeo, más pimentón, menos ají molido...Es imposible, jamás lo lograré. Tal vez, en mi búsqueda de la perfección repulgada haya logrado incluso mejores
ejemplares, ¿pero cómo saberlo? Esa empanada dorada ocupa el primer puesto en mis
sentidos y en mi mente, y desde ese lugar, saldrá victoriosa de cualquier
competencia con toda empanaducha del presente que pretenda igualarla.
jueves, 24 de enero de 2013
miércoles, 23 de enero de 2013
Pregunta
¿Será porque
nos aferramos tanto a las ficciones que inventamos a diario, que cuando llega
la muerte y golpea con toda su realidad, ésta nos parece tan inverosímil?
viernes, 18 de enero de 2013
Colgada
Colgada.
No es distraída, ni absorta en algún pensamiento. No. Colgada. Como una res que
cuelga de un gancho metálico. Violeta, cruda, rodeada de moscas. Un
hacinamiento que hiede a matadero. Ganas de matar. Eso es viajar en hora pico.
miércoles, 16 de enero de 2013
Fabrique diamantes en su casa
Sí, ahora usted
puede fabricar diamantes en su casa. Sólo necesitará una manguera, un patio,
terraza o vereda y un poco de sol. Y por supuesto, agua corriente. Coloque la
manguera en la canilla. Abra la canilla y espere hasta que salga el agua.
Después, ubíquese en alguna baldosa soleada y tape el orificio de la manguera con
un dedo: verá caer una lluvia de diamantitos.
domingo, 13 de enero de 2013
Cronotopo interno
Si alguien me preguntara adónde vivo y qué día es
hoy, una respuesta posible sería: Vivo en el planeta Tierra, en el hemisferio
Sur, en la República Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires; hoy es domingo 13
de enero de 2013; o alguna pavada por el estilo. Sin embargo, habito también
otro espacio y otro tiempo, un mundo al que llegué por casualidad, revisando
los estantes de mi biblioteca. Encontré Estravagario, de Pablo Neruda (decir
que lo hallé sería más exacto), y jugué a abrir el libro en cualquier página.
Caí en un lugar hecho a mi medida: leí “Dulce siempre” y me reí de alegría. Fue
una fiesta de azúcar y no me empalagué. ¡Quisiera vivir siempre en ese dorado
planeta de miel!
domingo, 6 de enero de 2013
Cae la noche tropical
Hace más de
dieciocho años, leí Cae la noche tropical
por primera vez. No sé bien por qué, pero desde hace un tiempo, algo de toda la
nostalgia y la soledad que se teje en esas páginas empezó a resonar en mí. Sentí el eco de esas voces femeninas que dialogan, imaginan, ficcionalizan. El libro me miraba
desde la biblioteca y me decía:
—Léeme de nuevo, no te vas a arrepentir.
Y así fue.
jueves, 3 de enero de 2013
Furia
Soy desordenada,
desbolada, un quilombo. Siempre lo fui y no voy a cambiar. Aunque cada tanto
—muy de vez en cuando, quizás producto de la ansiedad— me mueve una furia
ordenadora. Entonces aprovecho y saco ropa vieja del placar, cosas que ocupan
lugar y juntan polvo, prendas que en la vida volveré a usar.
Desde hace un tiempo me impulsa una furia
más subterránea y sutil, pero eficaz. Un día me ensañé con mi estudio y tiré
apuntes del traductorado. Teoría de la traducción, terminología, documentación,
fonología. Todo eso, afuera (no voy a decir out). A la tarde siguiente —calculo
que por algún problema gremial con los recolectores de residuos—, vi la vereda
empapelada con los apuntes de fonología. Ahí, en el piso, yacían anotaciones
escritas con una letra que ya no es la mía.
En mi estudio quedaron la lengua, la literatura
y algunos apuntes sobre humor que todavía no leí. Quedó el disfrute, en
castellano. Y tengo espacio para mucho más.
martes, 1 de enero de 2013
Preguntas
—¿Cuándo se
terminan los días? —me preguntó Noa.
Y yo entendí bien
lo que me estaba preguntando. No era cuándo se termina el jardín, cuándo vienen
las vacaciones. No. Cuándo se terminan los días. Lo primero que me vino a la
boca fue un mentiroso “nunca”.
—Cuando se termina
una semana, vuelve a empezar otra y así, todo el tiempo, nunca se termina —le
expliqué. Pero para mis adentros, me pregunté: ¿¿¿Qué le estoy diciendo???
Y me vuelvo a
preguntar: ¿Cuándo se terminan los días? Los míos, no lo sé, pero un día se van
a terminar y, aunque no puedo ni pensar en pensarlo, los de mi hija también.
Todo eso me abre más preguntas:
¿Cómo sería el
tiempo separado de los hombres, sin nadie que lo fraccionara, sin nadie que lo
midiera? ¿Será un continuo vivo, un río perenne? ¿Existiría la eternidad si no hubiera
nadie para inventarla, nadie para creer en ella?
A veces, reflexiono
sobre la frase “tiempos muertos”, y por un lado, tengo la sensación de que sólo
alguien tan presuntuoso como el hombre puede decir semejante barbaridad, no
creo que el tiempo pueda estar muerto, jamás. Pero por otro lado…¿yo que sé?
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