Hace muchos años, en la casa de
una amiga, probé la mejor empanada de carne de mi vida. Desde entonces, esa es “la”
empanada, la reina de todas las empanadas. Y obviamente, nunca pude hacer una
igual. Intento reconstruirla cada vez: más cebolla, menos cebolla, con verdeo,
sin verdeo, más pimentón, menos ají molido...Es imposible, jamás lo lograré. Tal vez, en mi búsqueda de la perfección repulgada haya logrado incluso mejores
ejemplares, ¿pero cómo saberlo? Esa empanada dorada ocupa el primer puesto en mis
sentidos y en mi mente, y desde ese lugar, saldrá victoriosa de cualquier
competencia con toda empanaducha del presente que pretenda igualarla.
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