lunes, 30 de septiembre de 2013

Lunes a la mañana

Vengo de llevar a mis dos hijas a sus respectivos colegios. Tomé taxi, tomé colectivo. Ya fui al supermercado. Son las 9.10 a.m. Suena el teléfono. Una telemarketer. A continuación, reproduzco el diálogo:
―Buenos días. Mi nombre es Élida López, me comunico de Telefónica Argentina. ¿Estaría Carolina Krupnik?
—Sí, soy yo… creo.
—Nos comunicamos para informarle que a partir del día bla bla bla, por su buena conducta bla bla bla, será beneficiada con bla bla bla…
—Mirá, me agarrás justo entrando de la calle. Vengo de llevar a mis hijas al colegio. Esto del colegio, sabés, no me termina de cerrar, tantas horas, tanta actividad, tanto todo…todo es mucho. Muchas horas de laburo, mucho tránsito, mucho bardo en la ciudad… todo es mucho, mucho. Es la cultura del exceso. Mucho juguete, mucho caramelo, mucho muñequito, no sé, no me cierra, qué querés que te diga. Quiero menos. Menos horas, menos todo. ¡¡¡QUIERO MMEEEENOOOOOSSSS!!! Ay, pero vos me estabas diciendo algo y yo te interrumpí…¿qué decías, querida?
—Eh…nada, señora. Que tenga un buen día.

—Gracias. Chau.