viernes, 15 de noviembre de 2013

LLuvia

Salgo de casa al pasillo. No llueve. Salgo de casa a la calle. Se larga a llover. Llevo a mi hijita en brazos. Nos reímos de la lluvia. Llueve sobre un charco. Explotan estrellitas de agua en el charco, espejito sucio. Se acerca una mujer fumando. La conozco del barrio. Tiene un andar raro, mecánico. Digo para mis adentros: “Oh, no”. Otras veces en la calle nos vio, miró a mi hija y se acercó para decirme: “Que Dios la bendiga”. No me gusta. No me gusta nada. Sigo con mi hija en brazos. Nos reímos del charquito lindo. Se acerca más la mujer de andar mecánico. Fuma. No nos ve. No ve que la vemos tirar el cigarrillo al agua. A nuestro agua. Al charquito de estrellas. Después se va como si nada. Queda el charco de agua sucia, entristecido por un pucho miserable. 

lunes, 30 de septiembre de 2013

Lunes a la mañana

Vengo de llevar a mis dos hijas a sus respectivos colegios. Tomé taxi, tomé colectivo. Ya fui al supermercado. Son las 9.10 a.m. Suena el teléfono. Una telemarketer. A continuación, reproduzco el diálogo:
―Buenos días. Mi nombre es Élida López, me comunico de Telefónica Argentina. ¿Estaría Carolina Krupnik?
—Sí, soy yo… creo.
—Nos comunicamos para informarle que a partir del día bla bla bla, por su buena conducta bla bla bla, será beneficiada con bla bla bla…
—Mirá, me agarrás justo entrando de la calle. Vengo de llevar a mis hijas al colegio. Esto del colegio, sabés, no me termina de cerrar, tantas horas, tanta actividad, tanto todo…todo es mucho. Muchas horas de laburo, mucho tránsito, mucho bardo en la ciudad… todo es mucho, mucho. Es la cultura del exceso. Mucho juguete, mucho caramelo, mucho muñequito, no sé, no me cierra, qué querés que te diga. Quiero menos. Menos horas, menos todo. ¡¡¡QUIERO MMEEEENOOOOOSSSS!!! Ay, pero vos me estabas diciendo algo y yo te interrumpí…¿qué decías, querida?
—Eh…nada, señora. Que tenga un buen día.

—Gracias. Chau.

lunes, 26 de agosto de 2013

Nombres de negocios y más

Leer nombres de negocios y marcas es un buen pasatiempo para viajes largos. Hace poco desde el 127 vi un geriátrico que se llama “Yesterday” (medio deprimente, ¿no?). Hoy vi una publicidad de ropa para hombres, la marca es “Vete al diablo”. ¿Apuntarán a hombres recios? ¿O a mujeres a las que les gusta que las maltraten? No sé. Lo que sí sé es que los comerciantes y el público de esta parte del mundo tienden a meter a Dios en asuntos varios. Una santería que se llama “Dios me libre” no sorprende a nadie, pero una casa de empanadas denominada “Empanadas como Dios manda” me genera unas cuantas preguntas. ¿Será que el mandato divino se extiende también a lo culinario? ¿Habrá empanadas ateas? Hablando de comer, en un cuento mío puse la siguiente reflexión en boca de un personaje: “Si hay un lugar donde se pone de manifiesto la condición animal de los hombres, es en un restorán. Comederos gigantes llenos de patos, gallinas y cerdos bien vestidos para la ocasión: el acto primario de comer”. Pero como te digo una cosa, te digo la otra. Quizás, más allá de las religiones, los dioses o el ateísmo, la experiencia de comer algo rico es tan sublime que merece estar en la misma categoría o en la misma frase que el mismísimo Dios.

miércoles, 17 de julio de 2013

El hada madrina ya fue

Ya no creemos en el hada madrina, no. Hoy creemos en el lacio perfecto y las tetas bien puestas; en el gel reductor y en la punta de diamante. Creemos en las ceramidas, la baba de caracol y el shock de keratina. No, no creemos en el hada madrina.

Charicienta, julio de 2013

viernes, 24 de mayo de 2013

Catástrofes cotidianas


   Hoy, caminando para una estación del E, sentí un olor nauseabundo que invadía las calles. Olor a mierda mezclado con olor a zoológico. No era algo pasajero, el olor había llegado para quedarse. Inevitablemente, en algún momento del día, uno se encuentra oliendo mierda. En cualquier calle, en cualquier barrio, pituco, medio pelo o bajo. Ningún ciudadano se salva de sentir mal olor cuando sale a la calle alguna vez en el día. Por un lado, está la mierda de los perros de la que todavía no todos los dueños se hacen cargo. Eso sería solo parte del problema. Es hora de admitirlo: los seres humanos generamos mal olor. Por más perfumes y desodorantes que inventemos, por más lysoform y lavandina, la realidad es que somos una especie que produce mierda a rolete. Literal y figuradamente. Somos capos en eso. Los mayores productores del universo. Si un día el paneta se destruyera, vendrían los extraterrestres a ver qué onda, pero se irían al toque, por el olor.
    Una mujer, en la boca del subte, dijo: “Se habrá roto una cámara séptica”. Me imaginé que el olor se extendía por toda la ciudad y no había paz para nuestras narices. Soy especialista en imaginar todo tipo de catástrofe (¡ay, si me pagaran por eso!) Y este pensamiento me lleva directo a otro episodio que me tocó vivir en esta Buenos Aires querida (de verdad, la quiero).
    Hace unos meses tuve que llevar a mis hijas a la guardia. Cuando salimos, camino a la farmacia, me intercepta una señora de pelo blanco con unos folletos en la mano y me pregunta: “¿Quiere saber si Dios es responsable de la catástrofe?” Uf, ¿justo a mí me tenía que encarar? No ve que ya tengo bastante con dos hijas a cuestas, cochecito, mochila…es demasiado para mis 43 kilos. Y me viene con esta cuestión, ¿por qué a mí? Que se encarguen los teólogos, los filósofos, que bastante bien lo deben hacer. Después, la señora menciona la palabra “atalaya”, pero no entiendo bien a qué se refiere. En mi cabeza se aparecen un par de medialunas; es la única asociación que estoy en condiciones de hacer.  
    “¿Quiere saber si Dios es responsable de la catástrofe?” Y la verdad, no, gracias. No estoy para cosas tan grandes. Yo me manejo en lo chiquito, en el quilombito del día a día. Igual me quedé pensando… ¿qué sería “la catástrofe”? Para mí, la catástrofe es ir a la guardia pediátrica por quinta vez en menos de tres meses. La catástrofe es que a la salida del médico mi nena se haga caca y en esta puta ciudad no haya un puto baño con cambiador cuando más lo necesitás (como si los bebés solo cagaran en sus casas.) La catástrofe es que la pediatra que nos atendió no tenga ni la más remota idea de lo que es un chico real. (Que haga reposo, me dijo. Una nena de 2 años, reposo. A ver, señores y señoras pediatras: los chicos NO hacen reposo, ¿entendido? ¿Por qué no agregan ese contenido en alguna materia de la carrera? Total, deben estudiar tantas cosas al pedo…)
    Ocupada por la “catástrofe”, todavía no me detuve en “Dios”. Uy, dios. No sé si Dios es responsable de la catástrofe, qué quieren que les diga. Para mí que Dios es como una madre cansada a la hora del atardecer. Ella ve que sus hijos se están matando, sabe que se están mandando las mil y una cagadas, pero está tan reventada que dice: “Ma’ sí, que se maten, yo no doy más”.  Obvio, Dios debe ser mujer y madre. Una madre bien judía, psicópata al mango. Que les da libertad a sus hijos, pero igual los tiene bien agarrados de las pelotas. Y guai de que se manden alguna; ella,  es decir, dios, se los recordará por los siglos de los siglos. 

lunes, 15 de abril de 2013

Microcentro


Grisgrisgrishumosmogbocinasveredaangostacodazosesquivarmotosruido ruidogrisgrissmogruidobocinasapuromotopiedrapiedraedificiosirenateempujantepisangrisgrisruidomotossmoghumocarasdeculocarasdeapurotrajesplanchadospelosplanchadosropaprolijatacosnuncaseréunadeellas.adiosmundonegri.

lunes, 18 de marzo de 2013

Foto urbana


Hora pico. Embotellamiento. Bocinazos, puteadas y mal humor general. Un auto gris avanza muy lento. La mujer que va sentada en el asiento del acompañante tiene tiempo de observar algo inusual: por la vereda irregular, tomados de la mano, una mujer joven y un chico de unos ocho años patinan. El chico se cae de espaldas y queda tendido boca arriba. La mujer lo ayuda, el chico se incorpora y siguen patinando. Ella —probablemente la madre— lleva la bolsa de las compras colgada de un brazo. El chico se cae de nuevo y se vuelve a levantar. Mientras madre e hijo patinan, siguen los bocinazos, las puteadas y las frenadas. Desde el auto gris, la mujer grita:
    —¡Ey!
    Cuando los patinadores ven de dónde vino el grito, la mujer del auto levanta el pulgar en señal de admiración y dice:
    —¡Son mis ídolos!
 Los patinadores sonríen. La mujer del auto gris sonríe. Por un instante se congela el infierno de la ciudad. Después, el caos se reinicia y cada uno continúa con su vida.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Des-texto

Tras descubrir el desconsuelo de un silencio despiadado, 
quisiera desenfocar la mirada
y deshojar diccionarios,
desnaturalizar las palabras, desconfiar de ellas,
desterrar a la vergüenza, por desleal y desproporcionada,
despojarme de la gramática y desdeñar las reglas,
quiero desarticular el orden con total desprolijidad,
desconfigurar la realidad y desconocerla,
quiero andar desorbitada por un desvío descampado,
despegar de la tierra hacia un destino desquiciado.

sábado, 2 de marzo de 2013

Supermercado II


Hoy no me molesta escuchar a Montaner en el supermercado. Por lo menos acá, por un rato, nadie me pide nada. Y aunque haya comprado todo lo que necesitaba, me doy una vuelta más por las góndolas para hacer tiempo. Tiempo de libertad. Pero la sensación de calma es algo tan efímero…Embolso los ciento treinta y dos productos que, por supuesto, no entran en mi humilde changuito. Mi solución —precaria, pero funcional—es atar bolsas y más bolsas por donde puedo, y colgarme otras tantas hasta parecer un changarín. Y en eso estoy cuando pispeo lo que compró el tipo que sigue en la cola: dos jugos en tetra brick y tres chocolates de los grandes. Nada más. Siento envidia. Envidia de esa liviandad, esa despreocupación que se desprende de naranjas artificiales con azúcares agregados y papeles dorados, lustrosos, que anticipan el placer de lo que hay adentro. Seguro que a él nadie le exigirá nada al volver a su hogar. No tiene que ocuparse de la alimentación de toda una familia. Ya sé lo que voy a cocinar cuando llegue a casa con mi chango libre de grasas trans y colesterol: envidia magra con guarnición de finas conjeturas. 

jueves, 21 de febrero de 2013

Ciberpoema



Te busco, te googleo, te encuentro, te leo, te miro, te clickeo, te bajo, te subo, te twitteo, te linkeo. Te sigo.
Ojo, no te comparto.
Te quiero.

lunes, 18 de febrero de 2013

Violencia telefónica


Y sí. La violencia genera más violencia. Por eso, cuando me llame el próximo telemarketer de Movifuck, cuando insista con su oferta muuucho más completa, con tres millones de minutos para hablar con tooooda la comunidad de Movifuck en toooodo el planeta y tooodo el sistema solar, cuando me agarre cansada de escuchar que me llama por mi nombre como si me conociera pero ignora una y otra vez mis educados “no estoy interesada”, cuando siga hablando y hablando, por encima de MI voz, NO ESCUCHANDO lo que YO tengo para decir, ahí, voy a dejar de ser educada, me voy a olvidar de ser políticamente correcta y lo voy a mandar a la PUTÍSIMA MADRE QUE LO RE MIL PARIÓ.

jueves, 24 de enero de 2013

Filosofía barata y empanadas caseras


  Hace muchos años, en la casa de una amiga, probé la mejor empanada de carne de mi vida. Desde entonces, esa es “la” empanada, la reina de todas las empanadas. Y obviamente, nunca pude hacer una igual. Intento reconstruirla cada vez: más cebolla, menos cebolla, con verdeo, sin verdeo, más pimentón, menos ají molido...Es imposible, jamás lo lograré. Tal vez, en mi búsqueda de la perfección repulgada haya logrado incluso mejores ejemplares, ¿pero cómo saberlo? Esa empanada dorada ocupa el primer puesto en mis sentidos y en mi mente, y desde ese lugar, saldrá victoriosa de cualquier competencia con toda empanaducha del presente que pretenda igualarla. 

miércoles, 23 de enero de 2013

Pregunta


  ¿Será porque nos aferramos tanto a las ficciones que inventamos a diario, que cuando llega la muerte y golpea con toda su realidad, ésta nos parece tan inverosímil? 

viernes, 18 de enero de 2013

Colgada

   Colgada. No es distraída, ni absorta en algún pensamiento. No. Colgada. Como una res que cuelga de un gancho metálico. Violeta, cruda, rodeada de moscas. Un hacinamiento que hiede a matadero. Ganas de matar. Eso es viajar en hora pico. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Fabrique diamantes en su casa

  Sí, ahora usted puede fabricar diamantes en su casa. Sólo necesitará una manguera, un patio, terraza o vereda y un poco de sol. Y por supuesto, agua corriente. Coloque la manguera en la canilla. Abra la canilla y espere hasta que salga el agua. Después, ubíquese en alguna baldosa soleada y tape el orificio de la manguera con un dedo: verá caer una lluvia de diamantitos.

domingo, 13 de enero de 2013

Cronotopo interno


    Si alguien me preguntara adónde vivo y qué día es hoy, una respuesta posible sería: Vivo en el planeta Tierra, en el hemisferio Sur, en la República Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires; hoy es domingo 13 de enero de 2013; o alguna pavada por el estilo. Sin embargo, habito también otro espacio y otro tiempo, un mundo al que llegué por casualidad, revisando los estantes de mi biblioteca. Encontré Estravagario, de Pablo Neruda (decir que lo hallé sería más exacto), y jugué a abrir el libro en cualquier página. Caí en un lugar hecho a mi medida: leí “Dulce siempre” y me reí de alegría. Fue una fiesta de azúcar y no me empalagué. ¡Quisiera vivir siempre en ese dorado planeta de miel!

domingo, 6 de enero de 2013

Cae la noche tropical


    Hace más de dieciocho años, leí Cae la noche tropical por primera vez. No sé bien por qué, pero desde hace un tiempo, algo de toda la nostalgia y la soledad que se teje en esas páginas empezó a resonar en mí. Sentí el eco de esas voces femeninas que dialogan, imaginan, ficcionalizan. El libro me miraba desde la biblioteca y me decía:
    —Léeme de nuevo, no te vas a arrepentir.
    Y así fue.

jueves, 3 de enero de 2013

Furia


    Soy desordenada, desbolada, un quilombo. Siempre lo fui y no voy a cambiar. Aunque cada tanto —muy de vez en cuando, quizás producto de la ansiedad— me mueve una furia ordenadora. Entonces aprovecho y saco ropa vieja del placar, cosas que ocupan lugar y juntan polvo, prendas que en la vida volveré a usar.
    Desde hace un tiempo me impulsa una furia más subterránea y sutil, pero eficaz. Un día me ensañé con mi estudio y tiré apuntes del traductorado. Teoría de la traducción, terminología, documentación, fonología. Todo eso, afuera (no voy a decir out). A la tarde siguiente —calculo que por algún problema gremial con los recolectores de residuos—, vi la vereda empapelada con los apuntes de fonología. Ahí, en el piso, yacían anotaciones escritas con una letra que ya no es la mía.
    En mi estudio quedaron la lengua, la literatura y algunos apuntes sobre humor que todavía no leí. Quedó el disfrute, en castellano. Y tengo espacio para mucho más.

martes, 1 de enero de 2013

Preguntas


    —¿Cuándo se terminan los días? —me preguntó Noa.
    Y yo entendí bien lo que me estaba preguntando. No era cuándo se termina el jardín, cuándo vienen las vacaciones. No. Cuándo se terminan los días. Lo primero que me vino a la boca fue un mentiroso “nunca”.
    —Cuando se termina una semana, vuelve a empezar otra y así, todo el tiempo, nunca se termina —le expliqué. Pero para mis adentros, me pregunté: ¿¿¿Qué le estoy diciendo???
    Y me vuelvo a preguntar: ¿Cuándo se terminan los días? Los míos, no lo sé, pero un día se van a terminar y, aunque no puedo ni pensar en pensarlo, los de mi hija también. Todo eso me abre más preguntas:
    ¿Cómo sería el tiempo separado de los hombres, sin nadie que lo fraccionara, sin nadie que lo midiera? ¿Será un continuo vivo, un río perenne? ¿Existiría la eternidad si no hubiera nadie para inventarla, nadie para creer en ella?
    A veces, reflexiono sobre la frase “tiempos muertos”, y por un lado, tengo la sensación de que sólo alguien tan presuntuoso como el hombre puede decir semejante barbaridad, no creo que el tiempo pueda estar muerto, jamás. Pero por otro lado…¿yo que sé?