lunes, 18 de marzo de 2013

Foto urbana


Hora pico. Embotellamiento. Bocinazos, puteadas y mal humor general. Un auto gris avanza muy lento. La mujer que va sentada en el asiento del acompañante tiene tiempo de observar algo inusual: por la vereda irregular, tomados de la mano, una mujer joven y un chico de unos ocho años patinan. El chico se cae de espaldas y queda tendido boca arriba. La mujer lo ayuda, el chico se incorpora y siguen patinando. Ella —probablemente la madre— lleva la bolsa de las compras colgada de un brazo. El chico se cae de nuevo y se vuelve a levantar. Mientras madre e hijo patinan, siguen los bocinazos, las puteadas y las frenadas. Desde el auto gris, la mujer grita:
    —¡Ey!
    Cuando los patinadores ven de dónde vino el grito, la mujer del auto levanta el pulgar en señal de admiración y dice:
    —¡Son mis ídolos!
 Los patinadores sonríen. La mujer del auto gris sonríe. Por un instante se congela el infierno de la ciudad. Después, el caos se reinicia y cada uno continúa con su vida.

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